domingo, 4 de febrero de 2018

LA ROSA

La flor seguía estando sobre el salpicadero, pues María se resistía a quitarla. Extrañamente, después de casi un año, no se había descompuesto. Aunque sus pétalos carecían del intenso color rojo inicial, ya oscurecidos, se resistían a morir totalmente. Como un triste símbolo de lo ocurrido con su amiga Pepa.  Hacía ya un año.
El día que la enterramos, Paco, hermano de Pepa,  se la entregó a mi mujer. Después, ella la colocó en aquel lugar. Todavía recuerdo su mirada fulminante cuando me advirtió, aun pálida,  al salir del entierro: “No se te ocurra quitarla cuando cojas el coche”. Estaba rota, indignada por el injusto robo de su “niña – amiga”.
Alguien afirmó alguna vez que: “valor y querer, facilitan vencer”. En el caso de nuestra Pepa, no fue así. Con enormes dosis de ambas cualidades, no pudo con la terquedad de la Parca, que  la había señalado para llevársela con cruel precocidad.
Nos dejó poco después de su cuarenta cumpleaños, que celebramos, familiares y amigos, en una emocionante fiesta sorpresa. Aunque pocos dudaban ya que era una despedida, el ambiente no estaba cargado de malos presagios y silencios tabú, simplemente fuimos felices, bailando, riendo y pasándolo de fábula. Celebrábamos los “cuarenta pepales”, como bautizamos el evento, con rotunda alegría y por todo lo alto. Era el aniversario del nacimiento de una de las personas  que mejor uso ha hecho en este mundo  de eso que llamamos “vivir”.
Empecé a tratarla cuando ya tenía la enfermedad. Sin embargo tuve tiempo suficiente para conocer la pasta especial de la que estaba hecha: Inteligente y con carácter. Bonica y elegante, lo era aún más por dentro. Llena de una verdad sencilla, estaba dotada de un coraje singular con el que parecía retar a la muerte. Jamás la vi triste, ni con lamentos. Al contrario, nos seducía con una alegría que se difundía, contagiosa, a su alrededor.  “Vestida de faralaes”, como en aquella canción que una vez, en una fiesta, me pidió que le cantara.
Su paradójica luz nos iluminaba a todos, impactados por la fuerza con la que se agarraba a la vida. Si “las palabras son enanos y los ejemplos gigantes”: ¡qué gigantesca era!, con su ejemplo  de dignidad ante lo que se revelaba inevitable. Siempre combativa y optimista. Con aquel sentido del humor a prueba de bombas, del que tiraba sin cesar para banalizar sobre los efectos secundarios que la quimio le provocaba, o cualquier otro problema que le tocase afrontar en la vida. Era una apasionada enóloga: organizaba catas, expandió los límites del negocio familiar hasta conseguir exportar sus caldos a EEUU, cuando el negocio había sido hasta entonces de ámbito local y regional. Siempre incansable, aprovechaba cada segundo de la vida para crecer y disfrutar. “El tiempo es oro chavales” ,decía con asiduidad, cuando alguno de nosotros concedíamos demasiada importancia a un asunto nimio o nos enzarzábamos en conversaciones estériles que no llevaban a parte alguna… De recuerdo de aquellos días, en que nos juntábamos y nos reíamos de todo, conservamos en casa la botella vacía de un vino catalán llamado Temps, que llevaba en el dorso una poesía sobre la fugacidad de la vida y lo importante de vivir el momento: “ El temps es com la mula, non recula” comenzaba diciendo, a modo de advertencia.
Como Santiago, el personaje de la novela El viejo y el mar, la mala suerte se cebó con ella, pero resistió de una forma tan descomunal, tan sublime, que su ejemplo sigue siendo la mayor muestra de superación humana que conozco y ya tengo algunos años… Pepa nos hizo más grandes a todos, amplió nuestra visión de la existencia. Agradezco la suerte que fue para nosotros conocerla y quererla.

 Por ella, y por todos los que han corrido su misma suerte,  con motivo del Día Mundial contra el Cáncer, reivindico a los gobiernos que apuesten con más énfasis, y mayores dotaciones económicas,   la investigación contra esta enfermedad, hasta erradicarla completamente y que las campañas de detección temprana se multipliquen, para que los casos sean localizados en etapas incipientes de la enfermedad. Trabajemos por un panorama en el que el cáncer pierda siempre la batalla. 

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